Texto de Julen Rekondo: experto en temas ambientales y Premio Nacional de Medio Ambiente

Estamos ya en verano, y una buena parte de la población de Navarra tiene costumbre de acudir al medio rural y natural con más asiduidad que en otras épocas del año para realizar distintas actividades en contacto con la naturaleza.

Algunos de los espacios naturales protegidos se perciben con frecuencia, e injustamente, como vedados a la mayoría de la ciudadanía. El motivo son las restricciones de uso mal aplicadas y, en ocasiones, innecesarias. Para que la conservación de la naturaleza avance, es necesario que todos y todas -no sólo los y las naturalistas- debemos poder considerarlos un valioso patrimonio común.

Los éxitos en la conservación, como la protección de las especies amenazadas;la declaración de Parques Naturales, Reservas de la Biosfera, Reservas Integrales, Reservas Naturales, Enclaves Naturales, Red Natura 2000, Zonas de Especial Protección para las Aves (ZEPAS) y Áreas de Protección de la Fauna Silvestre, que constituyen la Red de Espacios Protegidos en Navarra;los avances en la ordenación del territorio;las restricciones para evitar impactos ambientales excesivos, etcétera;no se deben tan solo a la perspicacia de los científicos o al acierto de los legisladores, sino fundamentalmente a que la sociedad ha aceptado esas premisas. Sin apoyo social, no hay avances en conservación. Ni en muchos otros campos.

Sin el respaldo de la sociedad, no hay presupuestos públicos ni patrocinios privados y ese apoyo va a darlo (o a negarlo) tanto el esforzado botánico o el anillador experto como el montañero, el amante de las puestas del sol, el que disfruta de la naturaleza corriendo por un soto, etcétera. Al fin y al cabo, la conservación de la naturaleza se paga fundamentalmente con el dinero de los impuestos de los ciudadanos y las ciudadanas, que tienen todo el derecho a exigir que su voluntad contribuya al establecimiento de prioridades. De aquí que sea muy negativa cualquier restricción innecesaria y resulte esencial argumentar y razonar aquellas inevitables para que la mayoría pueda entender su fundamento.

En este sentido, la nueva web promovida por el Departamento de Desarrollo Rural, Administración Local y Medio Ambiente del Gobierno de Navarra y que ha sido hecho pública hace unos días, sobre los espacios naturales protegidos de la Comunidad foral puede ser un instrumento muy interesante para dar a conocer en detalle el patrimonio natural existente, y la forma de guardarlo, preservarlo y fomentarlo, así como la forma de comportarnos en ellos.

El visitante que accede a un espacio natural protegido, por curiosidad, incluso por casualidad, es un potencial nuevo adepto para la conservación. Si se le impide una actividad que no se entienda los motivos de la restricción (por ejemplo, correr en solitario o andar en bicicleta en las vías existentes) estamos creando un antagonista, que va a considerar la conservación como una práctica sectaria reservada a los ya iniciados. Desde luego no todo vale, pero cualquiera puede entender que no se pueda deambular por un espacio protegido con un radiocasette a todo volumen o arrancando flores silvestres por doquier para agasajar a su pareja o dejar troncos de árboles marcados con corazones, flechas, o molestar a determinadas especies faunísticas en épocas de procreación;etcétera.

Dicho lo anterior, el que llega a un humedal sin prismáticos tiene derecho a ser recibido con la misma atención que el que aparece con el telescopio más sofisticado. Incluso con mayor amabilidad, ya que al primero debemos convencerle de que la conservación del espacio natural también le beneficia, por muy casual y esporádico que sea el uso que haga de él.

¿Por qué razón hay cada vez más revistas sobre mascotas o jardinería, mientras que las revistas conservacionistas que sobreviven se pueden contar con los dedos de una mano? ¿Sería posible que el elitismo, tal vez inconsciente, del sector conservacionista tenga algo que ver? Vivimos en una sociedad cada vez más urbana, pero la naturaleza debe seguir presente en los intereses de los ciudadanos y las ciudadanas, y no sólo a través de los documentales televisivos. Hay que conseguir que los espacios naturales protegidos se perciban como un auténtico patrimonio común, con todas las formas posibles de disfrute. Para unos son un santuario de la biodiversidad, lo cual no es incompatible con que para otros sean simplemente unos lugares agradables donde pasear sin conocer un solo nombre científico, o practicar tranquilamente un deporte que no genere impactos.

Otra cuestión que puede ser primordial es la creación de la Asociación Red Explora Navarra para coordinar la gestión de los espacios naturales y protegidos de la Comunidad, que como se publicaba en este diario en la edición del pasado miércoles, se trata de una “propuesta ambiciosa que permite compaginar la preservación de la naturaleza con la necesidad de revitalizar el entorno rural”. Es decir, que nuestros pueblos del medio rural sean unos pueblos auténticamente vivos.

Los avances en conservación han sido inmensos en las últimas décadas y ahora hay que conseguir que sean duraderos. Para ello hay que atraer a las mayorías y no hacer que se sientan rechazados por los selectos depositarios de verdades reveladas, y que puedan vivir en ellos las gentes de allí, evitando el despoblamiento que les golpea en las últimas décadas.

Texto extraido de: https://www.noticiasdenavarra.com/2018/07/10/opinion/tribunas/espacios-naturales-protegidos